lunes, 11 de marzo de 2013

Mi propio peso del mundo (II)

(CONT. del  MIÉRCOLES, 1 DE ABRIL DE 2009)

-¿Te puedo contar mis ideas?
-Sí.
-Una va a ser esa que ya te conté, pero buena.

Ante el silencio, la pregunta ¿no vas a largar prenda?

Dos chicas caminando al mismo ritmo, con vestidos similares y peinadas igual.

La capacidad de escribir sobre cualquier cosa, en cualquier momento..

“Una riñonera jamás rozó este cuerpo.”

Como si de repente uno supiese las cosas que le hacen bien, y de repente las desconociera.

Viajar. Una manera de estar en todas partes y en ninguna a la vez.

El aire acondicionado que no aguanta el calor.

Mucha gente de la mano por temor a perderse.

La infelicidad de estar en dos lugares al mismo tiempo.

Un hombre vestido completamente de verde militar, con chaleco incluido.

Sentada esperando a alguien. Leo, pero de reojo miro a los demás.

La obviedad de detectar a los extranjeros.

Un niño que se cree astuto al hacerse el retrasado mental.

Los que se pavonean con una credencial colgando del cuello.

Se desocupan los sillones más cómodos y los miro desde lejos.

El antes y el después de ver una película.

Bajo del auto y busco la llave para cerrarlo pero el auto todavía está prendido.

Viendo un partido de tenis, la idea de que las pelotas sean infinitas.

Estar rodeada de gente y sentir la necesidad imperiosa de volver a estar sola.

“El dinero como sistema de información para registrar el esfuerzo humano.” (Michael Linton)

Una conferencia. Todos atentos y en silencio. Atrás, un cartel protesta porque nadie lo mira y se cae al piso.

Las cosas que se deciden a funcionar cuando pedimos ayuda para arreglarlas.

Que justo hoy se me caiga la uña mocha del pie.

La cantidad de golpes que sufre un control remoto.

Las únicas fotografías importantes son las de la infancia.

En cualquier partido, estar del lado del que está perdiendo.

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