viernes, 13 de febrero de 2009

La teoría de la malla mojada.

Cuando era chiquita y viajaba en auto con mi mamá y mi hermana Dolores, hacíamos cosas locas como salir de excursión bajo la lluvia o tirarnos al mar de noche. Para una madre sola con dos nenas esas cosas califican como locas, creo.

Hace un tiempo, analizando esas aventuras medio borrosas, desarrollé "la teoría de la malla mojada": en la vida hay dos tipos de personas, las que después de meterse al mar, para subirse al auto, necesitan sacarse la malla y ponerse ropa interior seca (Dolores) y las que ni se lo plantean y se aguantan el traje de baño húmedo que lentamente va paspando la piel, traspasa la ropa y llega hasta el tapizado del auto (yo). 

Cuando compartí esta teoría con mi amiga Aguirre, llegamos a otro ejemplo. Hay un tipo de persona que de camino a un cumpleaños, a diez minutos del lugar, tiene sed y se detiene a comprar una botella de agua. Y hay otra clase de persona que, por más de que se esté deshidratando, se aguanta hasta llegar a destino. (Aplican también las ganas de ir al baño, el hambre o la necesidad de tomar una aspirina porque le duele la cabeza.)

El cuerpo pide, de todo y en cualquier momento. Hay gente que lo escucha atenta como madre primeriza, como Dolores y esos que se bajan en un kiosco a comer un alfajor de camino a un tenedor libre. Otra gente, como yo, lo ignora por completo, nos bajamos el audífono para no escucharlo, como el viejo de “Revolutionary Road” al final de la película.

Supongo que la madurez le enseñará a esa niña que fui que al cuerpo hay que prestarle atención, aunque sea un poco. A mi hermana, en cambio, crecer la tentará con la belleza   de encontrarse al otro día con la piel irritada, recordándole la increíble aventura de la noche anterior.

5 comentarios:

Dolores dijo...

Siempre envidiè a los que se bancan la malla mojada. A los que pueden no dormir y no estàn de mal humor. A los que, cuando se despiertan, estàn listos para salir. Pero con el tiempo aprendì que el escuchar y el no escuchar al cuerpo son dos caras de la misma medalla. Desde entonces, lo escucho de vez en cuando y me hago la distraìda cuando intenta limitar mi vida y mis dìas.

Olivia Alivio dijo...

Mi cuerpo y yo nos llevamos bastante mal. Yo quiero salir de fiesta y a él le da fiebre. Yo quiero tomar alcohol y a él le da gastritis. Yo quiero tirar la casa por la ventana y a él se lo ocurre arremeter mi propia rodilla contra mi ojo y quebrarme un hueso. Yo quiero ir al gimnasio y a él le da mononucleosis.
Lo que tengo que aprender es que él es yo y yo soy él... Por algo será que siempre se disputó la cuestión cuerpo y alma.

Anónimo dijo...

Soy de las tuyas...cuando me duele la cabeza (de vaga que soy) espero hasta las últimas consecuencias para tomar una aspirina. Si tengo sed, espero a llegar a casa. Me agarra sueño, y sigo en la compu. Hice un mal movimiento jugando tenis, y sigo jugando. Me engripe y tomo el medicamento una semana después. De terror...cuando lei tu artículo me hizo acordar a un episodio de los simpson, en el cual iba la familia, en el auto, de viaje, con el abuelo. Hace horas viajaban, y el abuelo pidio parar para ir al baño. No le dieron bolilla. 10 Horas después, estaban todos en el hospital, esperando un riñón para el abuelo.

FloR.- dijo...

Nunca soporte la ropa mojada despues de la playa.. por eso es q pasadas las 5 pm no me meto en el mar porq no llego a secarme.. jaja..

salvo eso, no paro a comprar alfajores ni nada de esoooo...

Vivi dijo...

que buena reflexión!
no se me hubiera ocurrido.